Demetrio Aguilera Malta
-Tei amao como naide ¿sabes vos? Por ti mci hecho marinero y hei viajao por
otras tierras... Por ti hei estao a punto a ser criminal y hasta hei abandonao a
mi pobre vieja: por ti que me habís engañao y te habís burlao e mi... Pero mei
vengao: todo lo que te pasó ya lo sabía yo dende antes. ¡Por eso te dejé ir con
ese borracho que hoi te alimenta con golpes a vos y a tus hijos!
La playa se cubría de espuma. Allí el mar azotaba con furor, y las olas enormes
caían, como peces multicolores sobre las piedras. Andrea lo escuchaba en
silencio.
-Si hubiera sío otro... ¡Ah!... Lo hubiera desafiao ar machete a Andrés y lo
hubiera matao... Pero no. Er no tenía la curpa. La única curpable eras vos que
me habías engañao. Y tú eras la única que debía sufrir así como hei sufrió yo...
Una ola como raya inmensa y transparente cayó a sus pies interrumpiéndole.
El mar lanzaba gritos ensordesedores. Para oír a Melquíades ella había tenido
que acercársele mucho. Por otra parte el frío...
-¿Te acordás de cómo pasó? Yo, lo mesmo que si juera ayer. Tábamos chicos;
nos habíamos criao juntitos. Tenía que ser lo que jué. ¿Te acordás? Nos
palabriamos, nos íbamos a casar... De repente me llaman pa trabaja en la
barsa e don Guayamabe. Y yo, que quería plata, mejuí. Tú hasta lloraste creo.
Pasó un mes. Yo andaba po er Guayas, con una madera, contento e regresar
pronto... Y entonces me lo dijo er Badulaque: vos te habías largao con Andrés.
No se sabía nada e ti. ¿Te acordás?
El frío era más fuerte. La tarde más oscura. El mar empezaba a calmarse. Las
olas llegaban a desmayar suavemente en la orilla. A lo lejos asomaba una vela
de balandra.
-Sentí pena y coraje. Hubiera querido matarlo a ér. Pero después vi que lo
mejor era vengarme: yo conocía a Andrés. Sabía que con ér sólo te esperaban
er palo y la miseria. Así que er sería mejor quien me vengaría... ¿Después? Hei
trabajao mucho, muchísimo. Nuei querido saber más de vos. Hei visitao
muchas ciudades; hei conocido muchas mujeres. Sólo hace un mes me ije:
¡anda a ver tu obra!
El sol se ocultaba tras los manglares verdinegros. Sus rayos fantásticos
danzaban sobre el cuerpo de la chola dándole colores raros. Las piedras
parecían coger vida. El mar se dijera una llanura de flores polícromas.
-Tei hallao cambiada ¿sabes vos? Estás fea; estás flaca, andas sucia. Ya no
vales pa nada. Solo tienes que sufrir viendo como te hubiera ido conmigo y
como estás ahora ¿sabes vos? Y andavete que ya tu marido ha destar
esperando la merienda, andavete que sino tendrás hoi una paliza...
La vela de la balandra crecía. Unos alcatraces cruzaban lentamente por el
cielo. El mar estaba tranquilo y callado y una sonrisa extraña plegaba los labios
del cholo que se vengó.
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